Jueves.
El miércoles paso rápidamente en mi calendario,
un día intenso de trabajo una salida al banco de debajo de mi casa y cuando me di cuenta estaba tumbada en mi
cama escuchando música esperando que el sueño viniera a verme otra noche mas.
El día de hoy en el trabajo tampoco ha sido
interesante, Alex no ha parecido en todo el tiempo por la tienda, por lo visto me
ha dicho Alejandro que hoy Alex como hombre fuerte que es, ha ido a echar una
mano en el almacén de la sección de mujer. Así que me he llevado todo el día
sola con Alejandro. Volvi a casa y me puse en el ordenador a buscar nueva
música para mi coche.
Y aquí sigo mirando la pantalla encerrada entre estas cuatro paredes esperando que alguien me salve de seguir aquí, pero creo que hoy voy a tener que pasar a mi plan b, porque Marta e Irene no salen, mañana tienen un examen, Fer está de fiesta desde ayer hasta no se sabe cuándo y Fran se ha ido a Cádiz hasta el viernes. Solo me queda Oscar, le voy a mandar un whatsapp para quedar esta noche.
Y aquí sigo mirando la pantalla encerrada entre estas cuatro paredes esperando que alguien me salve de seguir aquí, pero creo que hoy voy a tener que pasar a mi plan b, porque Marta e Irene no salen, mañana tienen un examen, Fer está de fiesta desde ayer hasta no se sabe cuándo y Fran se ha ido a Cádiz hasta el viernes. Solo me queda Oscar, le voy a mandar un whatsapp para quedar esta noche.
Si supieras cuanto te quiero que sin ti me muero que por ti no espero que las horas se me pasan y yo estoy en casa esperando un whtasapp.
Creo que
Oscar se me ha adelantado. Cojo el móvil y abro el whatsapp pero aquel no era
Oscar, era Alex.
Me ha dicho Marta que hoy ninguno va a salir,
quieres que te recoja y me acompañas que tengo que ir a un sitio.
Lo pienso
detenidamente, porque no voy a quedar con él, solo somos amigos que quedan para
acompañarse. ¿Y Oscar?, luego quedo con él cuando vuelva y así me puedo fumar
uno.
Claro que te acompaño, ¿A qué hora quieres
quedar?
¿Te parece bien a las ocho y media?
Me parece perfecto. ¿A dónde vamos?
Ya lo veras.
No querrás secuestrarme
¿Confías en mí?
No mucho.
Por un día, déjate sorprender por mí.
A mí no se me sorprende fácilmente.
Ya veremos. Te veo en un rato.
Solo tengo
una hora y media para arreglarme, por lo cual descarto la opción de alisarme el
pelo, una coleta y espuma rizadora. Pero tendré que empezar o si no, no me da
tiempo. Me levanto para preparar todo y comenzar a arreglarme, elijo bien la
ropa que voy a llevar, y combino todos los complementos.
Después de
una hora y media estoy perfecta, me miro en el espejo, y allí esta mi figura,
la coleta me da un aire más infantil y la ropa un estilo deportivo. Creo que la
elección de ropa es perfecta.
Si supieras cuanto te quiero que sin ti me muero que por ti no espero que las horas se me pasan y yo estoy en casa esperando un whtasapp.
Cojo el móvil
de encima del escritorio, y allí tengo mi nuevo whatsapp.
Baja que
estoy aquí abajo, por favor date prisa y no te lleves veinte minutos para
bajar, que sois todas iguales.
Encima ahora
te queja de que tardamos mucho, pero bien que os gusta que vayamos lindas para
presumir de acompañante.
Ya que
tenemos que esperaros aprovechamos luego y presumimos de la chica guapa que llevemos al lado,
tontos no somos.
Como me sigas
distrayendo no nos vamos nunca, tardo un segundo.
Dejo el móvil
en la mesa, y rápidamente recojo todo, porque después de vestirme siempre tengo
la cama llena de ropa que al final no he decidido ponérmela. Parece que todo está
listo, recojo el bolso y el móvil, un ultimo vistazo a la habitación, y me marcho.
Salgo del
portal y a lo lejos puedo ver su coche, está allí parado, la oscuridad de la
noche no deja ver el interior del coche, pero algo me dice que allí esperando a
que yo llegue. Abro la puerta y me siento en el asiento del copiloto volviendo
a cerrar la puerta tras de mí. Miro al asiento del conductor y allí está el
mirándome, observando todos mis movimientos, esperando a que termine para
irnos, pero antes de poder acabar de colocarme su voz interrumpe el silencio
del coche.
-Buenas
tardes.
-Mejor dicho
buenas noches.- En su rostro comienza a aparecer esa sonrisa suya, esa sonrisa
especial que tiene - Has visto no he tardado veinte minutos como tu decías.
- Solo han
sido cinco, te parecerá poco.
- Quejica –
Esa sonrisa, cada vez ilumina mas el coche- Deja de reírte de mí.
-No me rió de
ti
- Ah, no y
porque estas con la sonrisita.
- Estoy
feliz.
- ¿Que es lo
que te pone tan feliz?
- Todo. Tus
comentarios, tu forma de abrigarte cuando aquí no hace mucho frió tu sonrisa,
tu cara de ángel, esa mirada de enfadada cuando me has obligado a dejar de reírme
de ti y sobre todo me pone feliz el poder picarte, como a una niña pequeña.
- ¿Esto es lo
que voy a tener que aguantar hoy?
- Se que te
gusta pelearte conmigo.
- Si he
descubierto algo nuevo que hacer, como si yo no tuviera ya muchas cosas.
- No niegues
lo evidente.
- Y tú no
digas gilipolleces.
- Te gusta
hacerte la dura.
- Y a ti te
gusta que deje callado. – Volvió a parecer el silencio, pero esta vez seguíamos
comunicándonos, atreves de nuestras miradas, y su sonrisa. Viendo que esto iba
a ir para largo, vuelvo a la expresión oral que se me da mejor –¿Me vas a decir
a donde me llevas?
- Es una
sorpresa, ya lo veras.
Y quitándome
la mirada de encima, metió la primera marcha y salió por aquellas callejuelas
buscando la autopista.
Dejamos atrás mi ciudad, aquellas luces que
iluminaban el cielo, que todo el mundo llamaba contaminación lumínica, aquel
ruido continuo de coches, el ruido de las voces de la gente, aquella
aglomeración de información la cual no te daba tiempo de procesar. Para ir, a
no sé dónde.
Después de
veinte minutos conduciendo por carreteras secundaria, llegamos a un pequeño
escampado oscuro, los faros del coche alumbran unos merenderos, miro para todos
los lados pero allí no se puede ver mucho, más que la oscuridad apaga todo
aquello.
-¿Dónde
estamos?- Le pregunto.
- lejos de la
luz.
- Eso ya lo
veo, pero ¿cuál es la sorpresa?
- Sal del
coche y lo veras.
Abre la
puerta y se marcha, se sienta en la mesa del merendero, pero yo sigo aquí en el
coche mirándolo. Después de pensarlo unos segundos decido salir, voy caminando
lentamente para no caerme con alguna piedra de aquel campo, pero parece que
todo va bien, he llegado sin problemas y me siento allí con él.
-Ya he salido
del coche, y sigo sin poder ver nada.
- No miras
bien.
- No hay luz
y no se ve nada.
- Buscas mal,
no mires para los lados.
- ¡No vendrá
algo por detrás mía!- y en rostro desaparece esa sonrisita suya, para aparecer
una risa, que inunda de sonido todo aquel campo.
- Mira para
arriba.
Miro al
cielo, y allí solo se ve algo hermoso, no está claro como en la ciudad, aquí
está oscuro y con un gran acumulo de estrellas, algunas más grandes que otra
pero ninguna supera la belleza de la luna, que nos mira desde el horizonte.
Aquel cielo era tan bello que no podría describir, algo mágico en este mundo
tan real.
Nos tumbamos
en la mesa de los merenderos los dos, uno al lado del otro, mirando las
estrellas y hablando de nosotros, de lo que fuimos, lo que somos y lo que
seremos.
Pasa
el tiempo en mi reloj, pero yo sigo allí tumbada en la mesa de aquel
merendero con Alex, mirando el cielo. Es un momento tan mágico que me
olvido de de llamar a Oscar para fumar luego con él, me olvido del tabaco, de
beberme una litrona para celebrar la noche del jueves como dice nuestra tradición,
de la hora que es y mañana tengo que trabajar, me olvido de
todo excepto de Alex y de aquel manto de estrellas.
-
¿Que te ha parecido la sorpresa? -me pregunta mirándome a los ojos.
-
Soy difícil de sorprender, pero no imposible, y la verdad esto me ha
sorprendido. Nunca me había fijado en las estrellas y en su belleza,
relaja mucho la verdad.
-
No será porque no salgas por las noches. - Y aquí aparece otra vez
esta sonrisa suya tan especial.
Y allí nos
quedamos los dos, mirándonos el uno al otro sin poder hablar. Hago un
esfuerzo por reaccionar, pero no puedo. Sigo nadando en sus ojos, vagando en su
sonrisa y pérdida entre las estrellas.
Esta
situación hace que surja en mi una batalla, entre las dos partes
más importantes de mi ser, mi corazón y mi mente.
Mi corazón me dice que me deje llevar por el momento, pero mi
mente me trae de vuelta a la realidad, y en esta batalla, gana la mente y deja
al corazón llorando su derrota.
Me
levanto rompiendo toda la magia del momento, todo lo bello se esfuma en un
segundo, ya solo siento miedo, el miedo que da no poder ver
más allá de la oscuridad, de no poder afrontar la situación, y
el miedo de un corazón vencido y desolado.
Alex
se incorpora también y se queda allí mirándome, atento a mis movimientos,
esperando una explicación de lo que había pasado. Miro el reloj, las agujas
marcan la una, allí esta mi escusa perfecta para salir de allí.
-Alex,
son la una. Nos deberíamos de ir.- Propongo mientras marcho lentamente al
coche, sin mirar atrás.
-
Si, deberíamos irnos.
Nos
montamos en el coche, para dejar atrás aquel mágico momento, y dirigirnos a la
realidad, a aquella ciudad de luces y sombras que nos espera a veinte
kilómetros.
En
el camino de vuelta solo se podía escuchar la música que salía de los altavoces
del coche. Me lleve todo el camino analizando las letras de esas canciones, y
como siempre son las menos apropiadas para el momento. Parecía que aquella
persona que estaba poniendo las canciones en la radio, sabía mi situación, y
las ponía para que me diera cuenta de lo tonta que puedo llegar a ser.
Tenemos la
mala costumbre de querer a medias, de no mostrar lo que sentimos a lo que están
cerca, tenemos la mala costumbre de echar en falta lo que amamos sólo cuando lo
perdemos es cuando lo añoramos…
Y
aquella letra, que alguien en otra parte del país ha decidido poner en este día
a esta hora, se clava en mi mente, palabra por palabra.
